17 de septiembre de 2007

I had a dream


(Para Javier Marrodán, que se inmiscuyó en mi sueño)

Según Freud, nuestros sueños están guiados por las obsesiones o las frustraciones personales. No alcanzo a ubicar esta suerte de pesadilla en ninguna de las dos categorías. De todas maneras, ¿qué estudios tenía el Freud ése para decir semejantes tonterías?


"Un lugar indeterminado de un barrio de Nueva York, más o menos macarra. Volviendo en bici a casa me encuentro con una reunión clandestina de antiguos colaboradores de Nuestro Tiempo. En una especie de aula de colegio de protección oficial. Un chico joven al que llamo Rafa Esquíroz (sin tener yo ni idea de quién es) me enseña un cómic que ha hecho, rememorando un número de la revista del año 1968. En la reunión se encontraban MAJ, Bosco Martín Algarra (?), Carmen Remírez (??) y otros rostros que no recuerdo reivindicando que la revista no se pase a Internet, sino que se mantenga en papel. El supuesto Esquíroz me enseña su cómic: ahí se mezclan las ilustraciones para ese año 68 con una historia sobre ti.

Agárrate: ¡me cuenta que aquel año asesinaste a una persona! Me empiezo a agobiar. El cómic, en blanco y negro, lo muestra. "¿Cómo, que Javi Marrodán asesinó a alguien? ¡No puede ser, me engañas!". El supuesto Esquíroz levanta las cejas, insinuándome que allá yo si no me lo creo.

Al rato, apareces por una calle adyacente a la supuesta escuela donde tiene lugar la más-supuesta-aún reunión de antiguos de NT. Vas cogido de la mano con no sé quién y llevas una gorra. Como la calle está oscura, no te reconozco hasta llegar a mi lado. Todo normal. Entras a la redacción, saludas a todo el mundo y bla, bla. Cuando se cierra el chiringuito del aula, yo me acercó a ti antes de que te marches por un descampado: "Javi, ya me han contado lo que pasó. No lo sabía, no me has dicho nada nunca". Y tú, con el rictus serio, respondes exactamente: "Es el pasado. Ya he pagado. No te incumbe, Alberto, no te metas más en mis asuntos si no quieres que te vuelva a destrozar la rodilla".

Hasta ahí recuerdo. Desperté. Con un sabor raro en la boca. Y, uf, con la rodilla intacta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No será que te pasaste con la cena? Cenar por encima de las posibilidades de uno deja satisfecho, pero suele acabar en pesadilla...

Ander Izagirre dijo...

¿Y Javimarrodán qué dice de esto?