4 de diciembre de 2007

Game Over

Fin del recreo. Rien ne va plus. Last station.

En la última clase de Periodismo Literario que impartió a mi curso (Periodismo, 2000), Eresfea nos animaba a escribir siguiendo esta valiosa sugerencia: "encontrad un tono, una voz propia". Recuerdo ése y otros muchos consejos de quienes me ayudaron a mimar la escritura: Paco, Fernando, Ander... Mucho de lo que me enseñaron aquellos maestros he intentado aplicarlo en esta bitácora, aunque quizá no he logrado lo del tono. Pasaba de la descripción costumbrista al poema íntimo, del diario sarcástico a la crítica fílmica. Aparte de mayor o menor talento, había un problema básico para encontrar una voz del todo coherente: estas crónicas neoyorquinas eran la sexta o séptima de mis prioridades en USA. Para evitar la alta toxicidad de los blogs -más adictivos que cualquier chute nocturno-, me prometí empezarlo si conseguía internet en casa (san Netgear) y si tomaba distancia con él. De ahí que nunca entrara a responder a los comentarios. "¡Prohibido revisar el blog en el trabajo, Nahum!".

Aún así, este Otoño en NY ha resultado una satisfacción. Desde el punto de vista académico, la estancia me ha servido para poner los cimientos de mi investigación y mi docencia para los próximos tres años. Desde el punto de vista humano, viajar me ha abierto la mente y Nueva York me ha proporcionado bellas e inolvidables vivencias. Gracias a este blog he sentido que las exprimía más al ordenarlas en un relato, al sugerirlas en un apunte.

Ahora, el barco ya ha llegado a puerto y toca desembarcar, amigos. Como buen capitán, he de agradecer personalmente el trabajo de la tripulación. Los que siempre han estado ahí, soplando en las velas sin desfallecer: el ánimo siempre fiel del genial Sintomático, la gracia y profundidad del maestro Ander, la sutilidad poética de J. y Momò.

Los que se subían y bajaban de la nave según la meteorología: el caústico Leonard, mi admirada Lucía, el elegante Asincopado, el sensible Javier Arturo, el estilizado Desaparecido o el bravo Á. Matía.

Aquellos que de vez en cuando paseaban por cubierta para saludar: la socarronería de Álex, los miedos del disfrazado Mikel, la bendita mala leche de Paco Sancho, el guadianesco nomeacuerdo (¡este blog sí que tiene tono!), el sindrogámico Walter Kung-Fú...

O el grupo que hizo con nosotros las últimas travesías: el recién nacido y ya brillante Wolframio, el bostoniano Christian, el prometedor Pol, el "descomillado" Felipe... También querría tener un recuerdo para la delicada Marta, que me lee y no me escribe, y para Pacifista, que me escribe y no me lee.

Y todo el viaje con la tranquilidad de contar con un buen grumete: el sagaz Carmelo-Mariano, que me ha supervisado con ojos orgullosos de Papá.

Por último, agradezco a todos los que simplemente me leían y, cómo no, a la legión de Anónimos; me encantaría descubrirlos en este baile de máscaras. En especial, echo de menos al ganador del concurso, el anónimo por antonomasia del blog. Pero también añoraré al "sutil" corsario Dulci-neo, al enigmático Mesonero Arruinado, al impagable Caballero de la Blanca Luna, a la pijita Pitita, o al ácido Andy Gibb (a veces vestido de Príncipe de Bekeular).

¡Tantos buenos momentos blogueros!

Sin duda, esto ha merecido la pena.

30 de noviembre de 2007

Desde la puerta de embarque...

La melancolía de los aeropuertos.

Cerrar los ojos y aparecer al otro lado de la luna.

¿Dónde va tanta gente? ¿Cuántas -cuántas- historias se podrían escribir con ellos?

Los artistas del hambre

A excepción de las Naciones Unidas, no creo que exista un ecosistema social tan variopinto y concentrado como el que presenta la línea D del metro de Nueva York. Desde el norte del Bronx, el express naranja atraviesa Manhattan y desemboca en Brooklyn.

Por las mañanas, no es más que una tumba de autómatas somnolientos, una colmena humana cosida al Ipod, como si se tratara de un aparato de respiración artificial. Cojo el D en la 161, rumbo Downtown. Abundan las gorras ladeadas, las capuchas de chándal, los gorros con un bordado de la bandera de Jamaica, los pantalones caídos, los pendientes masculinos en forma de diamante o corazón, las trenzas y las rastas afro… Las corbatas son una prenda en peligro de extinción y los zapatos no se conjugan con el sintagma “moda de hombre”. Lectura de tabloides: el New York Post, el Daily News, La Voz Hispana, aunque apenas hay espacio para leer.

El tren corre expreso. En la 125 asoman las primeras corbatas rumbo al distrito financiero. En Columbus Circle (59th) la transfusión es completa: los WASP y la legión extranjera de cuello blanco comienzan el abordaje desafiando a la plebe con sus maletines, blandiendo sus paraguas de marca, con el New York Times o el Wall Street Journal entre los dientes. La batalla en la línea D continúa más abajo contra los asiáticos de Chinatown, los extravagantes artistillas del Soho, los judíos ortodoxos de las primeras paradas en Brooklyn o algún griego despistado cerca de Coney Island.

Los artistas del hambre no están por las mañanas. No caben. No es su guerra tampoco. Sin embargo, cada día, después del almuerzo, dan colorido al metro. Las vueltas a casa son más escalonadas, hay más espacio. Ahora sí: es su territorio, su hora. Ahí están, al acecho del dólar, de vagón en vagón.

Si Dickens habitara este inicio de siglo, seguro que los escogería para sus novelas de desheredados. Si Carver o Cheever no hubieran retratado las clases medias… Los artistas del metro se sentirían cómodos en cualquier colección de relatos cortos; les va la poética desesperada del realismo sucio.

Está, por ejemplo, el adolescente negro que pide para poder publicar su libro de poemas: Versos desde el guetto. Recita su “Oh, Mamma!” en el que, hasta donde su pronunciación y mi oído alcanzan, mezcla pistolas, bandas juveniles, tensión racial y experiencias carcelarias.

O los profetas del Apocalipsis. Recuerdo un tipo negro, desaliñado, grandote, de largas barbas canosas gritando a todo el vagón que el fin del mundo estaba cerca. También en pseudo-español: “¡¡¡Ji-esu-creis-to viol-vverá!!! One dollar, please”.

A media tarde aparecen los vendedores de chocolatinas, las omnipresentes chinas que -tras asegurarse de que el vagón está limpio de polis- trafican con las novedades cinematográficas o los coreanos que venden pilas (¡) y juguetes para niños.

Aún así, los verdaderos artistas del hambre son los músicos. Los hay de todas las estaturas, colores y desafines. La pareja de mexicanos que, poncho mediante, se arrancan con más voluntad que talento por rancheras; los peruanos y su sibilante versión de Simon y Garfunkel; el hispano de traje naranja -clon de Willy Deville- que mezcla música y magia chusquera; una pareja de puertorriqueño y jamaicano que contagian su ritmo eléctrico a golpe de batería; el émulo de Marvin Gaye y Lionel Ritchie… De todo hay en la viña del vagón.

Solo les he dado dinero una vez. Fue a Manuelita: una newyorican destrozada por la vida, pintada como una muñeca lacada, que se esforzaba en cantar baladas de Luis Miguel. Vestía desfasada, iba sobremaquillada y sonaba tan mal que, a su lado, Melendi podría pasar por Plácido Domingo. Debía pasar los 60 años y se empeñaba en coregrafiar patética y lentamente sus canciones. ¡Un juguete roto!

Al parecer, cuando tiró los dados del sueño americano ya no había premio.

29 de noviembre de 2007

Tópicos

Tópicos neoyorquinos a precio de saldo:


-Los neoyorquinos son gente grosera, poco agradable con el forastero.

-Los negros en el Harlem no trabajan. Viven de los subsidios.

-Todos los camareros son hispanos.
-Todos los vendedores de la calle son hispanos.
-Todos los porteros de los edificios de Manhattan son hispanos.
-Los hispanos son vagos, ya sabes.

-Las lavanderías están regentadas por asiáticos.
-Solo el 20 por ciento del inglés de los asiáticos de las lavanderías es inteligible.

-La comida en Chinatown siempre es sospechosa: el cerdo no es cerdo, el cordero no es cordero, el pollo no es pollo. Todo es carne de perro. O así.
-Las vendedoras de las tiendas de souvenirs en Chinatown son muy, muy bordes.
-Aunque se caguen en tus muertos, las vendedoras de Chinatown siempre aceptan el precio del regateo.

-Nueva York es una ciudad demócrata.

-El Bronx es peligroso.
-Queens es aburrido.
-Brooklyn es el mejor lugar de la ciudad para vivir.
-El Village es la zona más tolerante de los Estados Unidos.
-New Jersey es el sexto barrio de Nueva York.

-Los jefes de los bomberos y de la policía son irlandeses, gente ruda.

-Todos los judíos son dueños de joyerías.

-Los taxistas no hablan inglés.
-Los taxistas se pierden si salen de la cuadrícula de números que es Manhattan.
-En realidad, los taxistas no tienen ni puñetera idea de conducir.

-Los Knicks son el mejor equipo de la historia del baloncesto.
-Los Nets, ¿quiénes son los Nets? Jamás he oído hablar de ellos.

-Lo malo de Estados Unidos es que entre Nueva York y California hay un país de granjeros en medio.

-Darle cera a Nahum en su blog mola. Puedes decirle que tanto perrito caliente le ha puesto como una vaca, que la cámara de su móvil es una bazofia y hasta hermanarlo con Pocholo. Como nunca responde...
-¡¡Que es la barba, leñe!!

28 de noviembre de 2007

Hace tiempo que...

Hace tiempo que el Bronx dejó de ser territorio comanche.


Ya antes del alcalde Rudy Giuliani, la policía se empezó a racializar y a los duros irlandeses apellidados O'Casey o McKlinskey se les incrustaron patrullas con algún Obama, Rodríguez o Mat-Sui. Más policía negra en Harlem, hispanos en el Bronx y ojos rasgados de uniforme en Hell's Kitchen o Chinatown. De este modo, si los chicos de la ley te tenían que zurrar la badana, al menos la vecindad podía sentir que los que pegaban también eran de los suyos. Y eso, al parecer, influye. En el Bronx, por ejemplo, perdió sentido aquella famosa comparación entre la pasma y los maridos: "siempre son los últimos en enterarse de todo".

El Nueva York criminal de los 70 y 80 era tan insoportable que una ciudad demócrata por antonomasia tuvo que pedir auxilio a un político republicano: Giulani se propuso limpiar las calles y lo logró. Y salió reelegido hasta que se lo permitió la ley. Quizá hasta sea el próximo presidente de los Estados Unidos.



Pero hablaba del Bronx y su mito. Sí es cierto que ha habido algunos sustos, pero es un lugar estupendo para vivir y muy seguro, alejado del ácido retrato dibujado por Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades. Su desternillante segundo capítulo -Gibraltar- describe el Palacio de Justicia del Bronx como una fortaleza blanca en medio de la jungla. ¡Ya no es para tanto! De suburbio marginal ha subido un par de escalones y se ubica en el nivel de "barrio obrero en progresión". Incluso hay zonas bien y lindos parques que oxigenan el ambiente.

El Bronx tiene colorido y música. Sobre todo, música. El influjo hispano es muy fuerte y la gente vive mucho hacia la calle. Suenan Bisbal, Juanes, Shakira, reggaeton, salsa caribeña, trova cubana o jazz hispano. Gritos en la calle y altavoces a todo trapo, como en cualquier patio andaluz. Será la hermandad latina, que imprime carácter a ambos lados del océano.

La música también habita en el lenguaje. La mitad de lo que se oye es español. Un castellano multiforme y florido, con acentos muy diversos y agujereado por neologismos, barbarismos o, simplemente, palabras en inglés. Colombianos, peruanos, panameños, algún mexicano y argentino pero, sobre todo, las banderas de Puerto Rico y República Dominicana son las que más ondean en el barrio. Ah, aquí el spanglish existe y carece de reglas y de lógica; en una misma frase, ambas lenguas puedan mezclarse de esta forma: "Well, the truth is that when Mama nos dijo que nos fuéramos a Connecticut with the kids, nosotros le respondimos que no, que no way. She was gonna stay with us" (conversación entre brothers escuchada en el subway). Más allá de esta jerigonza, se está configurando una nueva modalidad lingüística donde los coches-carros se "parquean", las alfombras se convierten en "carpetas", la electricidad es "poder" y, en lugar de gripe, se coge la "influenza".

Abundan las timbas de dominó en las calles y los niños jugando en los portales. Y son gente amable, sin ese estrés que parece regir las vidas en Manhattan. Vacilones y desconfiados con el forastero, a los pocos días se convierten en vecinos sonrientes y serviciales. Está Amín, por ejemplo, un dominicano que vino en busca del sueño americano hace quince años y ha prosperado con un negocio de telefonía móvil. Tiene la virtud de decir una broma por minuto, aunque sea mala, y de llamar a sus clientes por el nombre del país nativo: "¡Hola España, cómo está España!". O Muhamed, el egipcio de la lavandería. En el primer contacto con el cliente es más seco que un vaso de arena. A la tercera colada, una sonrisa. A partir de la quinta, cuenta su historia: 35 años sirviendo en la policía egipcia de El Cairo, guardia personal de Anwar El-Sadat, ex-fumador y ex-obeso, prejubilado allá y quince horas de trabajo diarias acá...



Ayer me regaló mi última colada. Diez dólares.

¡Demonios, cómo voy a extrañar este lugar!

26 de noviembre de 2007

Barzoneos románicos

Si tuviera el gracejo de nuestro querido -aunque ahora algo adormecido- Sintomático, propondría un concurso for all the tall (por todo lo alto). Pero:

1) resulta que mis experiencias previas en esto del blog-party se saldaron con un brillante ganador Anónimo y, por tanto, el jugoso premio se quedó sin cobrar.

2) la respuesta al "¿En qué ciudad han sido tomadas estas fotos?" resulta demasiado obvia, dado el título de este blog.

Así que dejemos las imposturas y vayamos al grano, como decía la publicidad de un famoso producto anti-acné.


Tras pasar la semana trabajando, el domingo es mi día de descanso. Lo he aprovechado para ir conociendo partes de la ciudad. Como he hecho bien los deberes durante más de dos meses, los últimos domingos (excepto ayer, que anduve por Boston) he optado por la anderesca fórmula del "barzoneo".

Me quedaba Harlem y la zona norte de Manhattan. Lo menos turístico de la Gran Manzana. El último domingo aparqué el mapa y la brújula en casa y me dediqué a vagar, escuchando acentos, fotografiando mentalmente rostros, intentando hacer sitio en la memoria para gentes, colores y olores neoyorquinos. La melodía de una ciudad.

Y, de repente, en la calle 190, un elegante parque, hermosísimo en su tonalidad otoñal: el Fort Tryon. Una zona abandonada que el ricachón Rockefeller quiso embellecer para poder donar un nuevo pulmón a su querida Nueva York. Y en lo alto del Fuerte, una torre de iglesia románica. ¡The Cloisters! Una sucursal del Metropolitan Museum donde han traído piedra a piedra varias iglesias del medievo frances y español. Retablos, tallas, vidrieras, trípticos, incunables...

¡Cualquiera me convence de que no estaba haciendo el Camino de Santiago!

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P.D. Por cierto, como bien señaló el sagaz Carmelo, la imagen de los barrios de Manhattan no es un mapa, es un test de Roschach. Pero tampoco hay en marcha ningún concurso para quien vea el mayor número de objetos en esas "manchas aleatorias de tinta", ¿vale?

23 de noviembre de 2007

Acción de gracias

Lo peor de abandonar la categoría de turista para convertirse en ciudadano es que uno no siempre lleva la cámara preparada para desenfudar.

Y, claro, por fin pasan las estrellas neoyorquinas, les dices que qué tal, te sonríen, te preguntan de dónde eres, les dices que de España y él te cuenta que ha rodado su última película en Barcelona y que, lo siente, pero teme llegar tarde al desfile.

Ayer, a las 9.03 am, estaba esperando a Father Tueth, un jesuita catedrático de cine de lo más bonachón, capaz de cantar el Knocking on Heaven's Door de Bob Dylan e imitar a Queen Latifah en el mismo sermón. Entonces vi pasar a la estrella. ¡Ya era hora tras tres meses en NY!

Woody Allen es menudo y delgadito. Llevaba ese gorro verde de pescador que siempre usaba en Oviedo, calado hasta las gafas, supongo que para esconder sus neurosis de la multitud. Paseaba por la calle 56 con la 6ª Avenida, camino del desfile de Thanksgiving (por cierto, al fin me enteré de por qué dan gracias...). De la mano, su hija o su nieta o ambas cosas. Es el lío de casarte con tu hijastra, que luego, para recomponer el árbol genealógico, hace falta una tesis doctoral.

Y yo sin poder dejar constancia en este querido blog...

Seamos justos con el resto del día, en todo caso. Si lo de Halloween fue un desfile de Regional Preferente, en esta ocasión el glamour y el brillo me cautivaron. Una cita para niños y mayores, con colorido, buen gusto, orquestas y bachelorettes rítmicas y bellamente engalanadas, carrozas gigantes algo fallescas y globos con forma de Shrek, la rana Gustavo, Snoopy y cía. Una delicia con Santa Claus y todos sus renos como colofón, para dar por iniciada la Navidad... y sus compras.

Supongo que por eso el desfile estaba patrocinado por Macy's.

20 de noviembre de 2007

Cotidiografía

7.12 ¡¡PIIIIIIII!!! ¡¡PIIIIIII!! El autobús de la escuela sí es amarillo. Me acuerdo de la madre del conductor. Y de que quizá el autobusero no conociera a su verdadero padre.
7.15 Suena el despertador. La melodía no es el I got you babe.

7.35 Café con leche fresca, tostadas con mantequilla, mermelada de naranja ácida y Golden Grahams. Empiezo a hojear la prensa española por la banda ancha que le llevó robando todo el trimestre a San Netgear.
7.37 Tras el quinto titular y el primer párrafo de la tribuna de Suso de Toro en El País, abandono con tristeza la lectura y sintonizo Asincopado. José González explicado en prosa limpia y escuchado en estéreo. ¡Qué sensación de paz!
7.56 Salgo de casa y enfilo la estación de metro del Yankee Stadium. Dirección Fordham Road.
7.59 De camino, dejo la colada. No está Muhamed, el tendero. Habrá salido a su paseo matutino.

8.27 Accedo al campus que la Fordham University tiene en el Bronx. Pienso que deberíamos importar las ardillas al campus de Pamplona; a cambio, podríamos traer algún Barbour.
8.30 Entro en la Biblioteca. Siempre tercera planta, mesa 3-118D. Una biblioteca alucinante y casi siempre vacía. ¿Para qué quiero un despacho si aquí tengo hasta sillones?
8.35 Encaro los últimos retoques a un artículo académico para un libro editado por nuestro nunca bien ponderado Leonard. "Investigas sobre cine y televisión, así que estarás todo el día viendo pelis, ¿no?", me suelen decir. ¡Y una leche! El artículo versa sobre la genealogía ensayística en la obra de Ross McElwee, un documentalista autobiográfico que siempre se mueve en el filo de la navaja genérica.

11.33 Doy a luz un párrafo como éste: "La vertiente metafílmica discurre inherente al ensayo, pues constantemente trata de desentrañar el porqué de las representaciones que va mostrando, de traslucir el flujo discursivo de sus imágenes y lo que explican sobre sí mismas. Ambas texturas se integran sin fracturas en el propósito autobiográfico y metadiscursivo del cineasta sureño, encontrando un ensamblaje razonable en la institución multiforme y fronteriza del cine-ensayo".
11.34 Lo releo y me pregunto, ¿de qué narices estoy hablando?

12.45 Necesito aire. Me voy al McGinley Hall a practicar un deporte muy aburrido que se llama nadar y que consiste en ir de un lado a otro de un espacio lleno de agua, intentando no darse con la cabeza en los extremos del gigantesco rectángulo. Una y otra vez, una y otra vez. ¡Maldita lesión de ligamento anterior cruzado!
13.17 Salgo del agua, me seco y compruebo ¡dos veces! la puerta de los vestuarios. Sí, esta es la de los caballeros.

13.35 Lunch en el Marketplace de la Fordham. Pequeños castores por doquier en forma de alumnos de película post-adolescente. 9,70 dólares me cuesta comer: bendigo el cambio de moneda.
13.36 Oteo, escruto y me posiciono ante la abundante variedad del buffet.
13.37 Pepito Grillo me recomienda abstenerme de los burritos en el rincón internacional.
13.38 Pepito Grillo me anima a no mirar a la sección de hamburguesas y pizza.
13.39 Dietito Grillo me coge suavemente de la mano, mientras lleno mi vasito de zumo de naranja, y me conduce a la sección de ensaladas. Lechuga, tomate, huevo duro, aceitunas negras, atún y brócoli.
13.40 Dietito Grillo me obliga al aliño más básico: aceite y vinagre. Me permite el balsámico. Miro con melancolía las otras doce posibilidades: con mostaza dulce, con queso azul, italiano, rancho, rancho light, vinagreta, de yogur y nueces, César, Dutch, salsa rosa, salsa rosa picante y pesto.
13.41 Convenzo a Dietito Grillo de que he quemado calorías en la piscina y me cojo un plato de pasta en el rincón vegetariano. Tallarines con tofú y pimientos rojo y verde. Evito la salsa carbonara y me quedo con la de tomate.

13.55 Tras el plato de pasta, empiezo con la ensalada. No sabe a nada. Me levanto y voy a por un poco de aliño de mostaza dulce. Dietito Grillo me intenta hablar, pero, ¿¿qué demonios hago yo hablando con un personaje de ficción??
13.56 De vuelta a la mesa, paso por el rincón yanqui y me cojo unas patatas fritas y un trozo de pizza con pepperoni, salchicha y queso aromatizado.
14.10 Aún tengo hambre. La calmaré con la fruta.
14.11 Bueno, la fruta la cogeré para la noche. Prefiero un poco de helado con nueces de macadamia, aderezado con migas de galletas Oreo, sirope de chocolate y un poco de nata.
14.12 Un poco más de sirope de chocolate. ¡Diantres, está como los espárragos, cojo...!

14.25 Vuelta a la Biblioteca. Abandono a McElwee y cambio el tercio: le ataco a un libro reciente titulado Convergent Journalism. The Fundamentals of Multimedia Reporting. Se intuye apasionado y apasionante.

14.35 Tras diez minutos sentado y de animada lectura interactiva (wordreference es mi amigo), la modorra me empieza a hacer efecto.
14.38 Oigo un arpa, unos pajarillos y unos suaves susurros: "Nahum, acércate, ven con nosotras, Nahum. Acércate, nosotras te cuidaremos. Ven. Descansa a nuestro lado". En el duermevela, me parece reconocer a las sirenas, ofreciéndome su néctar desde los sillones de la biblioteca. Quieren que me una a su fiesta y me deje llevar por el placer de su canto melodioso e irresistible...
14.39 ¡¡Sacudo la cabeza y me levanto a echarme agua en la cara!!
14.41 Retomo la animada lectura del Convergent Journalism. The Fundamentals of Multimedia Reporting.
14.43 "Nahum, acércate, ven con nosotras. Debes descansar aquí, nosotras te cuidaremos"
14.44 Me yergo y me ato fuerte al mástil de mi silla y mi ordenador. "¡No me venceréis, bribonas!". Me repito la frase de Confucio: "Se puede quitar a un géneral su ejército, pero jamás a un hombre su voluntad".

15.25 El ruido de un bibliotecario me despierta. Adopto la pose egregia de Fernán Gómez y ¡a la mierda con las metáforas clásicas y las frases célebres! Vuelvo al libro maldito.

18.00 Me he ganado un/otro descanso. Pido café en el hall de la Biblioteca. Le pongo, claro, sacarina (y una galletita que aparece casi por sorpresa en mi bolsillo).

19.45 Pliego los bártulos.
19.53 Cojo el metro, dirección: Yankee Stadium.

20.14 LLego a mi parada. Hoy no hay partido. En todo caso, ¿por qué les gustará tanto el béisbol si es tan peñazo?
20.16 Paso a recoger mi ropa. Muhamed ya ha cenado. Hablamos un rato sobre el competidor turco que le está saliendo en la calle de enfrente. Entiendo un 55 por ciento de lo que me dice. Nos reímos bastante, en todo caso.

20.19 Entro en casa. Calefacción bien alta. Como una cebolla, me voy quitando capas de ropa. Ganas de descansar. Salsa a todo trapo en la minicadena de mis vecinos, los humeantes porreros. Pienso amablemente en sus madres.

20.30 "¿Debo cenar? Me prometí que solo una fruta. A ver, a ver... tengo plátanos y manzanas. ¡Anda, mira, queda bacon ahí! Bueno, quizá sí pueda tomar un sándwich rápido. Y fruta"
20.31 Saco el bacon. Enciendo la sartén.
20.32 Saco también una pechuga de pollo, pepinillos, lechuga, tomate, queso para fundir, mantequilla de cacahuete, atún, cebolla para freír, ketchup, mostaza y mayonesa.

21.16 Termino mi segundo sándwich triple. Ya no me apetece fruta. "Mañana para desayunar, lo prometo". Ahora solo un yogur. "No, no, sin azúcar, ¡qué va!"

21.19 Como me he puesto pujo, apenas puedo levantarme del sillón. Me pongo el ordenador sobre las piernas y blogueo un rato. Escribo esta entrada, fruto del aburrimiento. Ya ni siquiera echo un vistazo a la prensa española.

22.03 Me lavo los piños, me paso el hilo dental, me pongo el pijamita con dibujos del Príncipe de Beukelaer y engancho el disco duro. Estas semanas estoy con Deadwood y The Wire. (me las han prestado Ramoncín y Teddy Bautista). ¡Estos de la HBO juegan en otra liga, está claro!

23.10 Apago el ordenador.

23.11 Jesusito de mi vida, un bostezo y luces apagadas.

23.12 Antes de cerrar los ojos pienso que ya ha pasado otro día más en el Bronx -como todos- y que aún sigo sin noticias de Gurb.

19 de noviembre de 2007

La última frontera

"Si supieras que alguien va por ahí a pie con dos millones de dólares que te pertenecen, ¿en qué momento dejarías de buscar? Exacto. No existe tal momento".


"¿Qué le dices a un hombre que reconoce no tener alma? ¿Qué sentido tiene decirle nada? –afirma el sheriff Bell–. Cuando digo que el mundo se está yendo al infierno la gente simplemente me sonríe y me dice que me estoy haciendo viejo. Que ése es uno de los síntomas. Pero lo que yo creo es que cualquiera que no vea la diferencia entre violar y asesinar gente y mascar chicle tiene un problema mucho mayor que el que tengo yo" .

(Cormac McCarthy, No es país para viejos)




Lo último de los Cohen es una de las experiencias fílmicas más fascinantes que recuerdo. Una obra maestra.

17 de noviembre de 2007

Etnias

THE BRONX: 1,361,473 habitantes


-Hispanic or Latino (of any race): 693,884

-Black or African American: 451,105

-White: 274,210

-Asian: 46,523

-American Indian or Alaska Native: 2,045
-Native Hawaiian and Other Pacific Islander: 399
-Two or more races: 32,332
-Some other race: 554,859


Raza, etnia, comunidad... ¡Qué lío! ¿Los judíos son una raza? ¿Los árabes son asiáticos o africanos? ¿Los hispanos de tercera generación ya son blancos?

¿Y en qué categoría me pondrían a mí? ¿Y a ti?

15 de noviembre de 2007

Réquiem por un sueño

Si tuviera que escoger, no dudaría.

Central Park es el lugar más hermoso de Nueva York. Son sus gentes variopintas, sus colores, los anocheceres en la ladera o la magia que te asalta en un rincón escondido. La Orquesta Sinfónica en verano y patinar sobre hielo en invierno. La marea de corredores de los sábados y los picnic en familia de los festivos. Un oasis en medio del desierto, donde el tiempo pasa aún con reloj de bolsillo.

Acudo mucho allí los domingos, a dejarme sorprender por la vida, a perder la noción del tiempo, sin brújula ni paracaídas.

La última sorpresa fue este detalle, descubierto en el elegante Parque de los Olmos: todos los bancos exhiben una placa plateada. Son la alternativa a los garabatos hispánicos de navaja y cutter: el "Kike estuvo aki" o " La Jenni y el Onofre, amor pa' siempre ".

En las placas se pueden leer gratitudes institucionales, afectos familiares, invocaciones divinas o lamentos colectivos por la muerte de un benefactor. De entre el encantador abanico de posibilidades, me llamaron la atención los epitafios y las dedicatorias amorosas. Leer los epitafios me hizo preguntarme cuál querría yo al terminar los días de este blog, que ya empieza a notar el vértigo melancólico de lo que morirá.

Las declaraciones de amor, sin embargo, me incitaban la curiosidad. Por desgracia, mi viejo amigo se llevó a la tumba la instantánea del recordatorio más precioso e inquietante: "Para Mary Jo, por tantas noches prohibidas". Como el calambre de un microrrelato o el latigazo desolado de un sms resacoso, la placa se me quedó grabada. "Para Mary Jo, por tantas noches prohibidas".

Aún estoy deseando que alguien rellene los huecos de ese amor imposible, ponga un título que coloree la noche y comience a narrarme la enigmática historia que esconde ese precisamente ése banco proscrito.


13 de noviembre de 2007

Apunte de una tarde

"Que otros canten las armas y a los héroes,
los abismos del ser
o la complejidad del universo.

Dejadme a mí que diga la gracia irrepetible
de esta tarde de noviembre, la efímera hermosura
de la luz que acaricia Central Park
y lo convierte en un sueño"

(Paráfrasis a Sánchez Rosillo)

11 de noviembre de 2007

Spanglish

Y lo demoledor -tras más de dos meses de supuesta inmersión lingüística- de pedir un café con leche y un donut en inglés y que el tendero te responda:

-"¿Con una o con dos cucharadas, señor?"

9 de noviembre de 2007

Negra verdad

Para Leonard, mi crítico favorito.

Casey, Casey Affleck. ¿Dónde diablos ha estado metido todo este tiempo? Quizá el éxito de su hermano Ben le haya eclipsado, pero ahora sabemos que es uno de los mejores actores jóvenes del panorama actual. Posee carisma, sensibilidad en la mirada, contención y un registro capaz de oscilar entre el patetismo del cobarde Robert Ford en El asesinato de Jesse James y la determinación de este investigador privado –una buena persona, una conciencia andante– que sabe nadar entre las cloacas de los suburbios de Boston.



Ben, Ben Affleck. ¡Qué grata sorpresa! La fiebre actual de los “diractores” alcanza su cima en esta película dirigida y coescrita por este elegante actor que ya guarda un Oscar en su baño por el guión de El indomable Will Hunting. Como buen primerizo, no todo son parabienes: se le va la mano en la resolución, algo grotesca, del caso criminal. Aún así, el bajón estructural se compensa con un tenso ritmo narrativo, una atmósfera inquietante y una afinada dirección de actores donde, aparte del virtuosismo de su hermano Casey, despuntan los acordes del genial Ed Harris –a quien no se le conoce aún una mala actuación– y las estridencias de la madre yonqui que interpreta Amy Ryan.

Podemos afirmarlo: Ben Affleck será mejor detrás de las cámaras, como Clint Eastwood. La referencia no es gratuita, puesto que Adiós, pequeña, adiós puede leerse como la hija mayor de Mystic River, la última obra maestra del antiguo cowboy. El Boston menos glamouroso, los viejos pecados que claman su penitencia y esos secretos escondidos en el jardín trasero. Ambos filmes se nutren de la novelística noir de Dennis Lehane, un sinónimo literario de la ambigüedad moral. El bien y el mal se diluyen en un rojo sangriento en este relato de secuestros y engaños, de drogas y policías corruptos. El rapto de la joven Amanda, de 4 años, desencadena un argumento enrevesado –como todo cine negro que se precie– donde dos detectives, Patrick Kenzie y Angie Gennaro, tendrán que desenredar la madeja de una verdad que se escurre entre las sombras.

Excesivas mentiras. Demasiadas pistas falsas. Demasiado “ojalá la verdad no fuera esto”. Pero es, es esto. Y en pocas ocasiones un final feliz deja un sabor tan, tan amargo.

(Es una viva recomendación para la cartelera española, aunque allí, lo siento, veréis otra película: la doblada).

7 de noviembre de 2007

Desde el Toboso

Un blog no es sólo de su autor. También es de quienes escriben en él y de aquellos que lo leen.

Desde el Toboso nos dedican a todos unas elegantes reflexiones, teñidas de sutilidad y temple, cocidas con el fuego lento del pensamiento político más profundo.


Al parecer, estas meditaciones sociohistóricas son más propias de Lorenzo que de Aldonza, pero, bueno, Sancho, tampoco nos vamos a poner picajosos a estas alturas del partido, ¿no?

Barra libre, pues, mesonero.

6 de noviembre de 2007

La otra cara de la luna

¿Por qué en lugar de poner fotos como éstas prefiero concentrarme en esta otra de la maratón?


¡Tanta debilidad por los antihéroes!

Sí, doctor, me lo haré mirar.

4 de noviembre de 2007

Washington (III). Alegría

Como pasar una noche con Boris Izaguirre y, a la mañana siguiente, conocer a Julia Roberts. Ésa es la diferencia entre Nueva York y el D.C.

Washington es majestuoso, imperial y burocrático: un París bruselizado. Una ciudad-estado atravesada por el Potomac, un pedazo de tierra arrancado a Maryland y Virginia donde se concentra el mayor poder por metro cuadrado del mundo. Está la hermosa admiración a los padres de la patria (Washington, Lincoln y Jefferson), la respetuosa memoria de los caídos (desde la Gran Guerra hasta Vietnam), el cementerio de Arlington y la nostalgia por no poder haber conocido al presidente Bartlett o a Josh Lyman discutiendo con CJ.

Si el D.C. es la política, NY es la economía. Dicotomía perpetua: orden/caos, tranquilidad/agobio, metro reluciente/infierno cotidiano, cientos de miles/millones de personas, National Gallery/Metropolitan Museum, desierto nocturno/noches agitadas, atardeceres en el parque/amaneceres resacosos, seguridad/miedo, elegancia/pastiche, adosados familiares en Georgetown/lofts individuales en Manhattan.

Allí, puedes pasear por el Mall -auténtico corazón de la ciudad- a las 23.30, con la convicción de que si a cualquier quinqui le da por atracarte, en 0'0026 segundos aparecerán ochenta y siete agentes secretos camuflados de árbol y armados hasta los ramas para proteger al Presidente y los Congresistas.

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Ah, y de regalo, una fascinante retrospectiva de Hopper en la National Gallery: grises de colores, aullidos de soledad, Carver hecho pintura.

1 de noviembre de 2007

Pufoween

Aparquemos la redención del D.C. para atacar lo urgente: Halloween.

¡¡Vaya despropósito!! Vendían el desfile como el no-va-más, capaz de competir con el Carnaval de Río. ¡Quiá!

No recuerdo chapuza igual desde que Nina apareció en Eurovisión. La culpa, como siempre, es del cine y del material que fabrica los sueños: cincelan nuestro imaginario con grandes historias de Halloween, con la urbe disfrazada y, si es posible, algún asesino escondido entre la multitud. Glamour, fanfarria, colorido y mucho garbo. ¡Y una leche!

Ayer, en el macrodesfile del East Village -una suerte de Chueca estilizado- el referente que martilleaba mi subsconciente era el de Belén Esteban emulando a Madonna en Tenerife. Oshea: caspa por doquier.

Unos que se pintaban una sombra de ojos y ya se creían Jack Sparrow redivivo; la chinita que se colocaba una media azul en la cabeza y, cual Stanislavski, se metía en la psicología de Marge Simpson; laberintos del fauno de todo a cien; un Andy Gibb negro que desafinaba más que Enrique Iglesias y bailaba peor que Queen África...

En fin, que los disfraces parecían hechos en clase de manualidades y las coreografías que jalonaban el recorrido ensayadas en el patio del parvulario. Ni siquiera las palmas de Thriller (todo un clásico para disfraces de grupo) eran capaces de ir acompasadas.

Pufoween, Hallobluff, Patheticween, Caspaween... para qué seguir.

Fui ingenuo: no recordé que Nueva York es eso, Nueva York. Un caos.

30 de octubre de 2007

Washington (II). Horror

Aquí, en el Museo del Holocausto.

Una de las experiencias más aterradoras a las que he asistido. Una lección humana, muy humana. Un espeso sentimiento de culpa. Esa pila de zapatitos, Mengele o las uñas arañando el techo de una cámara de gas.

Mi más sincero desprecio hacia todos aquellos que manosean esa palabra: holocausto.


Y una promesa que me hago a mí mismo: no olvidar. Jamás.

.

29 de octubre de 2007

Washington (I). Esperanza

Visitar Washington DC y volver con acento argentino.


(Los Alconada-Michelli, una familia espectacular, de la "e" a la "r")

25 de octubre de 2007

El corazón de las tinieblas

Las cicatrices son amuletos contra el olvido.

6 años tiene mi sobrino Pablo. Y esta Esfera rescatada de los abismos del infierno.

22 de octubre de 2007

Despertares

Mientras escribo el post, aún me asomo a cada rato por las cortinas. Ahí está el revuelo. El hecho no está en mi ángulo de visión, pero mi fantasía lo reconstruye. Y la imaginación es un ave que gusta de volar libre, todos lo sabemos.

Nueva York es la ciudad que nunca duerme. Por eso, a veces tampoco deja dormir. Hace una hora, a las 5.45 de la mañana, han empezado los gritos. El Bronx es un barrio ruidoso y, al principio, te enroscas en la almohada y cambias de postura. "Otro borracho más" o "una adolescente que lleva el destino escrito en la noche".

Esta vez ha sido diferente. Gritos enfadados de una chica negra, vestida de fiesta, increpando sin cesar al maromo de gorra torcida y camiseta blanca de tirantes (sí, el otoño no termina de llegar). La jerga es difícil de traducir, pero los "fuck you" constantes y los "easy" nerviosos de la amiga de la chica anticipan la tragedia.

Ya no puedo dormir. Deambulo por la casa buscando el mejor ángulo, con la excusa de ir al baño o beber un poco de agua: no logro enfocar bien, los personajes entran y salen de cuadro constantemente. Damn it! Más gritos, más gritos. Ella llora de rabia. A él apenas se le escucha... hasta que se oyen los golpes. Y llegan las lágrimas de cólera de la joven negra.

De repente, silencio.

¡No, no! Alguien corre. Puertas del edificio que se abren y se cierran. Ventanas que no esconden la curiosidad. Y, de nuevo, la negra y su amiga. ¡Las veo! Salen del 721 de Walton Avenue acompañadas de tres o cuatro hombres. No enciendo la luz. Chillidos y acusaciones. Zarandeos. El "fuck you" parece que es lo único que les enseñaron en la escuela. Desde la ventanita del baño asisto al trasiego de la puerta de entrada. Pero el hecho sucede en el maldito fuera de campo.

Y ésto, que sí lo capto: "¡Qué! ¡Te gusta pegar a las mujeres, eh, cabrón!".

Son las 6.33. Ahora mismo desde mi ventana (un segundo piso que da a la calle) veo aparcados cinco coches de policía y una ambulancia. Curioso juego de luces. Me sigue faltando ángulo, ¡las puñeteras rejas que no me dejan sacar la cabeza para ver qué está pasando ahí abajo! Los oficiales van y vienen, la chica se abraza a su amiga junto a la pared del parque Franz Siegel. Se oyen mensajes en los walkies de los maderos. Pero todo es más callado. Parece que pasó la tormenta.

Ya no puedo dormir. Ya no merece la pena. El alba llega. Hoy me iré pronto al trabajo. Ojalá la falta de sueño no me pase factura. Ojalá mi imaginación se equivoque.

Hoy el post tiene que ir sin foto. Solo con los gritos de rabia y el sonido de esos golpes.

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8.30: Al bajar, en la portería, había un reguero de gotitas que conducía a un charco. Rojo, rojo. Tras perder el sueño, hoy también se me cortó el desayuno.

19 de octubre de 2007

Ganador

Alcanzado el ecuador de la estancia bronxiana, el Primer Certamen Otoño en NY se congratula de poder facilitar a su audiencia el nombre de los ganadores. Aquí reproducimos el acta del fallo del Jurado.

"Jueves 18 de octubre de 2007. Reunidos en la cocina del 721 de Walton Avenue, los integrantes del Jurado del Primer Certamen Otoño en NY han resuelto otorgar los siguientes premios:

-Un accesit (bocata de calamares y carajillo) a Don Paco Sancho, que se presentó al concurso bajo el doble seudónimo de Kiko Veneno/Mustafá-al-Pacó.

El Jurado ha valorado su ironía encapsulada y su transgresión moral, por sugerir una novedosa e inexplorada metáfora que estalla en significados que abarcan un abanico literario amplísimo, con una variabilidad que oscila entre publicaciones señeras como El Mueble y Zero. El Jurado también destaca su concisión, propia de un machetazo sordo, con reminiscencias del dinosaurio monterrosiano recién levantado en Chueca.

-El primer premio (estancia gratis en este maravilloso apartamento del Bronx) ha recaído en Anónimo, que se presentó al concurso bajo el seudónimo de anónimo graciosete y bilingüe.

El Jurado ha visto en su texto una boqueada de aire fresco, una hemorragia de ingenio, destilada por una pluma perfumada con aroma de Les Luthiers y grasilla de Faemino y Cansado. Así mismo, este Jurado ha valorado decisivamente el uso de multitud de palabras que, aun sin entenderlas, las intuye como brillantes sinécdoques de la incomunicación de la sociedad post-industrial, atestada de espejos rotos. El uso de estos tropos los erige en centinelas que alertan de la irreversible complejidad egotista del hombre posmoderno, enredado en un laberinto intelectual del que solo puede escapar mediante el pastiche, la falsificación o la impostura.

Así mismo, dado el alto nivel de los concursantes, el Jurado ha decidido premiar a todos los participantes con una camiseta de "I Love NY" comprada en Chinatown y estampada con una foto de Rufus antes de atacar su segundo brisé de volé.

El accesit se hará efectivo en cualquier garito baturro, una vez que haya pasado el solsticio de invierno.

Por el contrario, el Jurado del Primer Certamen Otoño en NY expresa su preocupación por la materialización del primer premio, puesto que es consciente de que los anónimos son pródigos en frases célebres... pero carecen de pasaporte".

17 de octubre de 2007

Magnólico

Tenías razón. Estas cosas pasan. Continuamente.

¡Y yo, que no te creí a pesar de quererte tanto!



Es verdad, estas cosas ocurren: ayer vi llover ardillas en Central Park.


(La foto es de Kintired, en Flickr)

15 de octubre de 2007

Antídoto


Lo mejor de Nueva York es que, realmente, nadie es de aquí.

11 de octubre de 2007

La felicidad era esto

Definitivamente: el musical es el género de la felicidad soñada.


Entonces, Mami, ¿el cielo debe parecerse a esto?

9 de octubre de 2007

Ikea

"En 1916 el artista Marcel Duchamp subió a lo alto del arco por la escalera interna y declaró el parque República Libre e Independiente de Washington Square"

Eso, Marcelito. ¡Con un par!
'

6 de octubre de 2007

Infierno

El infierno no son los otros ni un lugar en llamas.


Ni siquiera es un espacio dantesco, puesto que las nuevas generaciones piensan que la palabra deriva de las payasadas de un tal Leonardo Dantés.

El fuego eterno se ha modernizado: ya no hay barca ni Cancerbero. Ahora se ha ubicado en el andén de metro de la calle 59 con Lexington. El más subterráneo, por el que corre la línea verde a 25 metros de profundidad.

Un calor sofocante que hace sudar hasta a las ratas que infestan -lo prometo- las vías de tren. Los pasajeros hierven bajo el rechinar de vagones, nuevas trompetas del apocalipsis. Y ese olor, ese olor inmundo, a vómito de cómida rápida.

¡Un hedor que parece un cuesco del mismísimo Satanás!

5 de octubre de 2007

Vuelwestern

Ha vuelto.

La poética de la frontera y de la tierra prometida. El mito del nacimiento de una nación. La ordenación del caos.

El Oeste -un género con plazas limitadas- está de moda por estos lares. Hollywood le ha hincado el diente, como cada diez o quince años. Aún se puede husmear la estela de los clásicos en las propuestas recientes, pero también es cierto que un western en estos tiempos no puede estar más que barnizado de posmodernidad. Estética o ética.

3:10 to Yuma es una película excelente y envolvente. De ritmo vibrante y temática clásica, la novedad estriba en filmar un western como si de una película de acción se tratara: violencia visual, tensión constante y un montaje nervioso que busca la yugular del espectador. Christian Bale se confirma como uno de los más versátiles de su generación y Russel Crowe se atreve a ponerse la máscara -al final es eso, sólo una máscara- de malo malísimo.

Por su parte, El asesinato de Jesse James a manos del cobarde Robert Ford conduce el género al límite, hasta ahogarle la respiración. Deliberadamente larga, de ritmo espeso y cadencia poética, la película interpretada por Brad Pitt es una obra inusual. Bellísima en su concepción estética -¡un western nevado!-, repleta de postales melancólicas punteadas por la partitura de Nick Cave, el retrato del sanguinario pistolero opta por transmutar los valores morales y sobreescribir la leyenda: el asesino se convierte en héroe, la admiración en obsesión y la cobardía en un guiñol anticipado de la propia muerte.