Si tuviera que escoger, no dudaría.
Central Park es el lugar más hermoso de Nueva York. Son sus gentes variopintas, sus colores, los anocheceres en la ladera o la magia que te asalta en un rincón escondido. La Orquesta Sinfónica en verano y patinar sobre hielo en invierno. La marea de corredores de los sábados y los picnic en familia de los festivos. Un oasis en medio del desierto, donde el tiempo pasa aún con reloj de bolsillo.
Acudo mucho allí los domingos, a dejarme sorprender por la vida, a perder la noción del tiempo, sin brújula ni paracaídas.
La última sorpresa fue este detalle, descubierto en el elegante Parque de los Olmos: todos los bancos exhiben una placa plateada. Son la alternativa a los garabatos hispánicos de navaja y cutter: el "☺Kike estuvo aki☺" o " ♥ La Jenni y el Onofre, amor pa' siempre ♥ ".
En las placas se pueden leer gratitudes institucionales, afectos familiares, invocaciones divinas o lamentos colectivos por la muerte de un benefactor. De entre el encantador abanico de posibilidades, me llamaron la atención los epitafios y las dedicatorias amorosas. Leer los epitafios me hizo preguntarme cuál querría yo al terminar los días de este blog, que ya empieza a notar el vértigo melancólico de lo que morirá.
Las declaraciones de amor, sin embargo, me incitaban la curiosidad. Por desgracia, mi viejo amigo se llevó a la tumba la instantánea del recordatorio más precioso e inquietante: "Para Mary Jo, por tantas noches prohibidas". Como el calambre de un microrrelato o el latigazo desolado de un sms resacoso, la placa se me quedó grabada. "Para Mary Jo, por tantas noches prohibidas".
Aún estoy deseando que alguien rellene los huecos de ese amor imposible, ponga un título que coloree la noche y comience a narrarme la enigmática historia que esconde ese –precisamente ése– banco proscrito.
Acudo mucho allí los domingos, a dejarme sorprender por la vida, a perder la noción del tiempo, sin brújula ni paracaídas.
La última sorpresa fue este detalle, descubierto en el elegante Parque de los Olmos: todos los bancos exhiben una placa plateada. Son la alternativa a los garabatos hispánicos de navaja y cutter: el "☺Kike estuvo aki☺" o " ♥ La Jenni y el Onofre, amor pa' siempre ♥ ".
En las placas se pueden leer gratitudes institucionales, afectos familiares, invocaciones divinas o lamentos colectivos por la muerte de un benefactor. De entre el encantador abanico de posibilidades, me llamaron la atención los epitafios y las dedicatorias amorosas. Leer los epitafios me hizo preguntarme cuál querría yo al terminar los días de este blog, que ya empieza a notar el vértigo melancólico de lo que morirá.
Las declaraciones de amor, sin embargo, me incitaban la curiosidad. Por desgracia, mi viejo amigo se llevó a la tumba la instantánea del recordatorio más precioso e inquietante: "Para Mary Jo, por tantas noches prohibidas". Como el calambre de un microrrelato o el latigazo desolado de un sms resacoso, la placa se me quedó grabada. "Para Mary Jo, por tantas noches prohibidas".
Aún estoy deseando que alguien rellene los huecos de ese amor imposible, ponga un título que coloree la noche y comience a narrarme la enigmática historia que esconde ese –precisamente ése– banco proscrito.
9 comentarios:
¿Se respetan las placas? ¿No acabará por faltar espacio para más placas? ¿Cómo se las apañarán entonces? ¿No hay encuentros curiosos entre placas, en memoria de gente que hacía cosas muy distintas en el paseo o en los bancos?
Y otra: ¿cuándo vuelve Toño de Nueva York?
¿Un epitafio será tu último texto, Toño? Creo que deberías encontrar otro refugio, quizá con otra filosofía, para continuar contando cosas a tu comunidad, en enero.
Estoy con sintom´´atico, no dejes de contarnos cosas. Me gustan esas placas; para ti la de Mary joe, yo me quedo con la de la foto, que es para Mo, o sea, yo (el apellido no importa).
Lo de Mary Joe me ha parecido un poema en sí mismo. Buenísimo.
Espero que no te olvides de pasar con frecuencia por las escaleras maltidas, aquellas que estuvieron a punto de acabar con una vida... y rompieron mi camiseta de la promoción FCom de 2000.
Bonito relato en potencia, si señor..
Estarían casados los dos? Seria solo una mujer imaginada? Quizá era eso, solo un sueño!!
Los "garabatos de navaja y cutter" salen del corazón, las placas decorativas, de un taller de grabado.
Nunca me han gustado los intermediarios, me quedo con la espontaneidad del garabato....
No sé cuánto más durará el otoño en Nueva York. Es una lástima porque me acabo de dar una panzada de Otoño.
Deberías venir a uruguay para ver lo que hemos avanzado con nustras pintadas y escrituras en banquillos. No solo estamos lejos de las placas... te díría que aún no hemos llegado a la época del cutter.
Qué envidia. Poder estar allí...
¿Epitafio de fin de blog? Na´. Que se te vaya quitando de la cabeza... Tú de aquí no te mueves...
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