La melancolía de los aeropuertos.
Cerrar los ojos y aparecer al otro lado de la luna.
¿Dónde va tanta gente? ¿Cuántas -cuántas- historias se podrían escribir con ellos?
30 de noviembre de 2007
Desde la puerta de embarque...
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Etiquetas: Jet-lag, On the road
Los artistas del hambre
Por las mañanas, no es más que una tumba de autómatas somnolientos, una colmena humana cosida al Ipod, como si se tratara de un aparato de respiración artificial. Cojo el D en la 161, rumbo Downtown. Abundan las gorras ladeadas, las capuchas de chándal, los gorros con un bordado de la bandera de Jamaica, los pantalones caídos, los pendientes masculinos en forma de diamante o corazón, las trenzas y las rastas afro… Las corbatas son una prenda en peligro de extinción y los zapatos no se conjugan con el sintagma “moda de hombre”. Lectura de tabloides: el New York Post, el Daily News, La Voz Hispana, aunque apenas hay espacio para leer.
El tren corre expreso. En la 125 asoman las primeras corbatas rumbo al distrito financiero. En Columbus Circle (59th) la transfusión es completa: los WASP y la legión extranjera de cuello blanco comienzan el abordaje desafiando a la plebe con sus maletines, blandiendo sus paraguas de marca, con el New York Times o el Wall Street Journal entre los dientes. La batalla en la línea D continúa más abajo contra los asiáticos de Chinatown, los extravagantes artistillas del Soho, los judíos ortodoxos de las primeras paradas en Brooklyn o algún griego despistado cerca de Coney Island.
Los artistas del hambre no están por las mañanas. No caben. No es su guerra tampoco. Sin embargo, cada día, después del almuerzo, dan colorido al metro. Las vueltas a casa son más escalonadas, hay más espacio. Ahora sí: es su territorio, su hora. Ahí están, al acecho del dólar, de vagón en vagón.
Si Dickens habitara este inicio de siglo, seguro que los escogería para sus novelas de desheredados. Si Carver o Cheever no hubieran retratado las clases medias… Los artistas del metro se sentirían cómodos en cualquier colección de relatos cortos; les va la poética desesperada del realismo sucio.
Está, por ejemplo, el adolescente negro que pide para poder publicar su libro de poemas: Versos desde el guetto. Recita su “Oh, Mamma!” en el que, hasta donde su pronunciación y mi oído alcanzan, mezcla pistolas, bandas juveniles, tensión racial y experiencias carcelarias.
O los profetas del Apocalipsis. Recuerdo un tipo negro, desaliñado, grandote, de largas barbas canosas gritando a todo el vagón que el fin del mundo estaba cerca. También en pseudo-español: “¡¡¡Ji-esu-creis-to viol-vverá!!! One dollar, please”.
A media tarde aparecen los vendedores de chocolatinas, las omnipresentes chinas que -tras asegurarse de que el vagón está limpio de polis- trafican con las novedades cinematográficas o los coreanos que venden pilas (¡) y juguetes para niños.
Aún así, los verdaderos artistas del hambre son los músicos. Los hay de todas las estaturas, colores y desafines. La pareja de mexicanos que, poncho mediante, se arrancan con más voluntad que talento por rancheras; los peruanos y su sibilante versión de Simon y Garfunkel; el hispano de traje naranja -clon de Willy Deville- que mezcla música y magia chusquera; una pareja de puertorriqueño y jamaicano que contagian su ritmo eléctrico a golpe de batería; el émulo de Marvin Gaye y Lionel Ritchie… De todo hay en la viña del vagón.
Solo les he dado dinero una vez. Fue a Manuelita: una newyorican destrozada por la vida, pintada como una muñeca lacada, que se esforzaba en cantar baladas de Luis Miguel. Vestía desfasada, iba sobremaquillada y sonaba tan mal que, a su lado, Melendi podría pasar por Plácido Domingo. Debía pasar los 60 años y se empeñaba en coregrafiar patética y lentamente sus canciones. ¡Un juguete roto!
Al parecer, cuando tiró los dados del sueño americano ya no había premio.
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Etiquetas: Subway
29 de noviembre de 2007
Tópicos
Tópicos neoyorquinos a precio de saldo:
-Los neoyorquinos son gente grosera, poco agradable con el forastero.
-Los negros en el Harlem no trabajan. Viven de los subsidios.
-Todos los camareros son hispanos.
-Todos los vendedores de la calle son hispanos.
-Todos los porteros de los edificios de Manhattan son hispanos.
-Los hispanos son vagos, ya sabes.
-Las lavanderías están regentadas por asiáticos.
-Solo el 20 por ciento del inglés de los asiáticos de las lavanderías es inteligible.
-La comida en Chinatown siempre es sospechosa: el cerdo no es cerdo, el cordero no es cordero, el pollo no es pollo. Todo es carne de perro. O así.
-Las vendedoras de las tiendas de souvenirs en Chinatown son muy, muy bordes.
-Aunque se caguen en tus muertos, las vendedoras de Chinatown siempre aceptan el precio del regateo.
-Nueva York es una ciudad demócrata.
-El Bronx es peligroso.
-Queens es aburrido.
-Brooklyn es el mejor lugar de la ciudad para vivir.
-El Village es la zona más tolerante de los Estados Unidos.
-New Jersey es el sexto barrio de Nueva York.
-Los jefes de los bomberos y de la policía son irlandeses, gente ruda.
-Todos los judíos son dueños de joyerías.
-Los taxistas no hablan inglés.
-Los taxistas se pierden si salen de la cuadrícula de números que es Manhattan.
-En realidad, los taxistas no tienen ni puñetera idea de conducir.
-Los Knicks son el mejor equipo de la historia del baloncesto.
-Los Nets, ¿quiénes son los Nets? Jamás he oído hablar de ellos.
-Lo malo de Estados Unidos es que entre Nueva York y California hay un país de granjeros en medio.
-Darle cera a Nahum en su blog mola. Puedes decirle que tanto perrito caliente le ha puesto como una vaca, que la cámara de su móvil es una bazofia y hasta hermanarlo con Pocholo. Como nunca responde...
-¡¡Que es la barba, leñe!!
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Etiquetas: Babel, Melting pot
28 de noviembre de 2007
Hace tiempo que...
Hace tiempo que el Bronx dejó de ser territorio comanche.
Ya antes del alcalde Rudy Giuliani, la policía se empezó a racializar y a los duros irlandeses apellidados O'Casey o McKlinskey se les incrustaron patrullas con algún Obama, Rodríguez o Mat-Sui. Más policía negra en Harlem, hispanos en el Bronx y ojos rasgados de uniforme en Hell's Kitchen o Chinatown. De este modo, si los chicos de la ley te tenían que zurrar la badana, al menos la vecindad podía sentir que los que pegaban también eran de los suyos. Y eso, al parecer, influye. En el Bronx, por ejemplo, perdió sentido aquella famosa comparación entre la pasma y los maridos: "siempre son los últimos en enterarse de todo".
El Nueva York criminal de los 70 y 80 era tan insoportable que una ciudad demócrata por antonomasia tuvo que pedir auxilio a un político republicano: Giulani se propuso limpiar las calles y lo logró. Y salió reelegido hasta que se lo permitió la ley. Quizá hasta sea el próximo presidente de los Estados Unidos.
Pero hablaba del Bronx y su mito. Sí es cierto que ha habido algunos sustos, pero es un lugar estupendo para vivir y muy seguro, alejado del ácido retrato dibujado por Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades. Su desternillante segundo capítulo -Gibraltar- describe el Palacio de Justicia del Bronx como una fortaleza blanca en medio de la jungla. ¡Ya no es para tanto! De suburbio marginal ha subido un par de escalones y se ubica en el nivel de "barrio obrero en progresión". Incluso hay zonas bien y lindos parques que oxigenan el ambiente.
El Bronx tiene colorido y música. Sobre todo, música. El influjo hispano es muy fuerte y la gente vive mucho hacia la calle. Suenan Bisbal, Juanes, Shakira, reggaeton, salsa caribeña, trova cubana o jazz hispano. Gritos en la calle y altavoces a todo trapo, como en cualquier patio andaluz. Será la hermandad latina, que imprime carácter a ambos lados del océano.
La música también habita en el lenguaje. La mitad de lo que se oye es español. Un castellano multiforme y florido, con acentos muy diversos y agujereado por neologismos, barbarismos o, simplemente, palabras en inglés. Colombianos, peruanos, panameños, algún mexicano y argentino pero, sobre todo, las banderas de Puerto Rico y República Dominicana son las que más ondean en el barrio. Ah, aquí el spanglish existe y carece de reglas y de lógica; en una misma frase, ambas lenguas puedan mezclarse de esta forma: "Well, the truth is that when Mama nos dijo que nos fuéramos a Connecticut with the kids, nosotros le respondimos que no, que no way. She was gonna stay with us" (conversación entre brothers escuchada en el subway). Más allá de esta jerigonza, se está configurando una nueva modalidad lingüística donde los coches-carros se "parquean", las alfombras se convierten en "carpetas", la electricidad es "poder" y, en lugar de gripe, se coge la "influenza".
Abundan las timbas de dominó en las calles y los niños jugando en los portales. Y son gente amable, sin ese estrés que parece regir las vidas en Manhattan. Vacilones y desconfiados con el forastero, a los pocos días se convierten en vecinos sonrientes y serviciales. Está Amín, por ejemplo, un dominicano que vino en busca del sueño americano hace quince años y ha prosperado con un negocio de telefonía móvil. Tiene la virtud de decir una broma por minuto, aunque sea mala, y de llamar a sus clientes por el nombre del país nativo: "¡Hola España, cómo está España!". O Muhamed, el egipcio de la lavandería. En el primer contacto con el cliente es más seco que un vaso de arena. A la tercera colada, una sonrisa. A partir de la quinta, cuenta su historia: 35 años sirviendo en la policía egipcia de El Cairo, guardia personal de Anwar El-Sadat, ex-fumador y ex-obeso, prejubilado allá y quince horas de trabajo diarias acá...
Ayer me regaló mi última colada. Diez dólares.
¡Demonios, cómo voy a extrañar este lugar!
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26 de noviembre de 2007
Barzoneos románicos
2) la respuesta al "¿En qué ciudad han sido tomadas estas fotos?" resulta demasiado obvia, dado el título de este blog.
Así que dejemos las imposturas y vayamos al grano, como decía la publicidad de un famoso producto anti-acné.
Tras pasar la semana trabajando, el domingo es mi día de descanso. Lo he aprovechado para ir conociendo partes de la ciudad. Como he hecho bien los deberes durante más de dos meses, los últimos domingos (excepto ayer, que anduve por Boston) he optado por la anderesca fórmula del "barzoneo".
Me quedaba Harlem y la zona norte de Manhattan. Lo menos turístico de la Gran Manzana. El último domingo aparqué el mapa y la brújula en casa y me dediqué a vagar, escuchando acentos, fotografiando mentalmente rostros, intentando hacer sitio en la memoria para gentes, colores y olores neoyorquinos. La melodía de una ciudad.
¡Cualquiera me convence de que no estaba haciendo el Camino de Santiago!
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P.D. Por cierto, como bien señaló el sagaz Carmelo, la imagen de los barrios de Manhattan no es un mapa, es un test de Roschach. Pero tampoco hay en marcha ningún concurso para quien vea el mayor número de objetos en esas "manchas aleatorias de tinta", ¿vale?
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23 de noviembre de 2007
Acción de gracias
Y, claro, por fin pasan las estrellas neoyorquinas, les dices que qué tal, te sonríen, te preguntan de dónde eres, les dices que de España y él te cuenta que ha rodado su última película en Barcelona y que, lo siente, pero teme llegar tarde al desfile.
Ayer, a las 9.03 am, estaba esperando a Father Tueth, un jesuita catedrático de cine de lo más bonachón, capaz de cantar el Knocking on Heaven's Door de Bob Dylan e imitar a Queen Latifah en el mismo sermón. Entonces vi pasar a la estrella. ¡Ya era hora tras tres meses en NY!
Woody Allen es menudo y delgadito. Llevaba ese gorro verde de pescador que siempre usaba en Oviedo, calado hasta las gafas, supongo que para esconder sus neurosis de la multitud. Paseaba por la calle 56 con la 6ª Avenida, camino del desfile de Thanksgiving (por cierto, al fin me enteré de por qué dan gracias...). De la mano, su hija o su nieta o ambas cosas. Es el lío de casarte con tu hijastra, que luego, para recomponer el árbol genealógico, hace falta una tesis doctoral.
Y yo sin poder dejar constancia en este querido blog...
Seamos justos con el resto del día, en todo caso. Si lo de Halloween fue un desfile de Regional Preferente, en esta ocasión el glamour y el brillo me cautivaron. Una cita para niños y mayores, con colorido, buen gusto, orquestas y bachelorettes rítmicas y bellamente engalanadas, carrozas gigantes algo fallescas y globos con forma de Shrek, la rana Gustavo, Snoopy y cía. Una delicia con Santa Claus y todos sus renos como colofón, para dar por iniciada la Navidad... y sus compras.
Supongo que por eso el desfile estaba patrocinado por Macy's.
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20 de noviembre de 2007
Cotidiografía
7.35 Café con leche fresca, tostadas con mantequilla, mermelada de naranja ácida y Golden Grahams. Empiezo a hojear la prensa española por la banda ancha que le llevó robando todo el trimestre a San Netgear.
7.37 Tras el quinto titular y el primer párrafo de la tribuna de Suso de Toro en El País, abandono con tristeza la lectura y sintonizo Asincopado. José González explicado en prosa limpia y escuchado en estéreo. ¡Qué sensación de paz!
7.56 Salgo de casa y enfilo la estación de metro del Yankee Stadium. Dirección Fordham Road.
7.59 De camino, dejo la colada. No está Muhamed, el tendero. Habrá salido a su paseo matutino.
8.27 Accedo al campus que la Fordham University tiene en el Bronx. Pienso que deberíamos importar las ardillas al campus de Pamplona; a cambio, podríamos traer algún Barbour.
8.30 Entro en la Biblioteca. Siempre tercera planta, mesa 3-118D. Una biblioteca alucinante y casi siempre vacía. ¿Para qué quiero un despacho si aquí tengo hasta sillones?
8.35 Encaro los últimos retoques a un artículo académico para un libro editado por nuestro nunca bien ponderado Leonard. "Investigas sobre cine y televisión, así que estarás todo el día viendo pelis, ¿no?", me suelen decir. ¡Y una leche! El artículo versa sobre la genealogía ensayística en la obra de Ross McElwee, un documentalista autobiográfico que siempre se mueve en el filo de la navaja genérica.
11.33 Doy a luz un párrafo como éste: "La vertiente metafílmica discurre inherente al ensayo, pues constantemente trata de desentrañar el porqué de las representaciones que va mostrando, de traslucir el flujo discursivo de sus imágenes y lo que explican sobre sí mismas. Ambas texturas se integran sin fracturas en el propósito autobiográfico y metadiscursivo del cineasta sureño, encontrando un ensamblaje razonable en la institución multiforme y fronteriza del cine-ensayo".
11.34 Lo releo y me pregunto, ¿de qué narices estoy hablando?
12.45 Necesito aire. Me voy al McGinley Hall a practicar un deporte muy aburrido que se llama nadar y que consiste en ir de un lado a otro de un espacio lleno de agua, intentando no darse con la cabeza en los extremos del gigantesco rectángulo. Una y otra vez, una y otra vez. ¡Maldita lesión de ligamento anterior cruzado!
13.17 Salgo del agua, me seco y compruebo ¡dos veces! la puerta de los vestuarios. Sí, esta es la de los caballeros.
13.35 Lunch en el Marketplace de la Fordham. Pequeños castores por doquier en forma de alumnos de película post-adolescente. 9,70 dólares me cuesta comer: bendigo el cambio de moneda.
13.36 Oteo, escruto y me posiciono ante la abundante variedad del buffet.
13.37 Pepito Grillo me recomienda abstenerme de los burritos en el rincón internacional.
13.38 Pepito Grillo me anima a no mirar a la sección de hamburguesas y pizza.
13.39 Dietito Grillo me coge suavemente de la mano, mientras lleno mi vasito de zumo de naranja, y me conduce a la sección de ensaladas. Lechuga, tomate, huevo duro, aceitunas negras, atún y brócoli.
13.40 Dietito Grillo me obliga al aliño más básico: aceite y vinagre. Me permite el balsámico. Miro con melancolía las otras doce posibilidades: con mostaza dulce, con queso azul, italiano, rancho, rancho light, vinagreta, de yogur y nueces, César, Dutch, salsa rosa, salsa rosa picante y pesto.
13.41 Convenzo a Dietito Grillo de que he quemado calorías en la piscina y me cojo un plato de pasta en el rincón vegetariano. Tallarines con tofú y pimientos rojo y verde. Evito la salsa carbonara y me quedo con la de tomate.
13.55 Tras el plato de pasta, empiezo con la ensalada. No sabe a nada. Me levanto y voy a por un poco de aliño de mostaza dulce. Dietito Grillo me intenta hablar, pero, ¿¿qué demonios hago yo hablando con un personaje de ficción??
13.56 De vuelta a la mesa, paso por el rincón yanqui y me cojo unas patatas fritas y un trozo de pizza con pepperoni, salchicha y queso aromatizado.
14.10 Aún tengo hambre. La calmaré con la fruta.
14.11 Bueno, la fruta la cogeré para la noche. Prefiero un poco de helado con nueces de macadamia, aderezado con migas de galletas Oreo, sirope de chocolate y un poco de nata.
14.12 Un poco más de sirope de chocolate. ¡Diantres, está como los espárragos, cojo...!
14.25 Vuelta a la Biblioteca. Abandono a McElwee y cambio el tercio: le ataco a un libro reciente titulado Convergent Journalism. The Fundamentals of Multimedia Reporting. Se intuye apasionado y apasionante.
14.35 Tras diez minutos sentado y de animada lectura interactiva (wordreference es mi amigo), la modorra me empieza a hacer efecto.
14.38 Oigo un arpa, unos pajarillos y unos suaves susurros: "Nahum, acércate, ven con nosotras, Nahum. Acércate, nosotras te cuidaremos. Ven. Descansa a nuestro lado". En el duermevela, me parece reconocer a las sirenas, ofreciéndome su néctar desde los sillones de la biblioteca. Quieren que me una a su fiesta y me deje llevar por el placer de su canto melodioso e irresistible...
14.39 ¡¡Sacudo la cabeza y me levanto a echarme agua en la cara!!
14.41 Retomo la animada lectura del Convergent Journalism. The Fundamentals of Multimedia Reporting.
14.43 "Nahum, acércate, ven con nosotras. Debes descansar aquí, nosotras te cuidaremos"
14.44 Me yergo y me ato fuerte al mástil de mi silla y mi ordenador. "¡No me venceréis, bribonas!". Me repito la frase de Confucio: "Se puede quitar a un géneral su ejército, pero jamás a un hombre su voluntad".
15.25 El ruido de un bibliotecario me despierta. Adopto la pose egregia de Fernán Gómez y ¡a la mierda con las metáforas clásicas y las frases célebres! Vuelvo al libro maldito.
18.00 Me he ganado un/otro descanso. Pido café en el hall de la Biblioteca. Le pongo, claro, sacarina (y una galletita que aparece casi por sorpresa en mi bolsillo).
19.45 Pliego los bártulos.
19.53 Cojo el metro, dirección: Yankee Stadium.
20.14 LLego a mi parada. Hoy no hay partido. En todo caso, ¿por qué les gustará tanto el béisbol si es tan peñazo?
20.16 Paso a recoger mi ropa. Muhamed ya ha cenado. Hablamos un rato sobre el competidor turco que le está saliendo en la calle de enfrente. Entiendo un 55 por ciento de lo que me dice. Nos reímos bastante, en todo caso.
20.19 Entro en casa. Calefacción bien alta. Como una cebolla, me voy quitando capas de ropa. Ganas de descansar. Salsa a todo trapo en la minicadena de mis vecinos, los humeantes porreros. Pienso amablemente en sus madres.
20.30 "¿Debo cenar? Me prometí que solo una fruta. A ver, a ver... tengo plátanos y manzanas. ¡Anda, mira, queda bacon ahí! Bueno, quizá sí pueda tomar un sándwich rápido. Y fruta"
20.31 Saco el bacon. Enciendo la sartén.
20.32 Saco también una pechuga de pollo, pepinillos, lechuga, tomate, queso para fundir, mantequilla de cacahuete, atún, cebolla para freír, ketchup, mostaza y mayonesa.
21.16 Termino mi segundo sándwich triple. Ya no me apetece fruta. "Mañana para desayunar, lo prometo". Ahora solo un yogur. "No, no, sin azúcar, ¡qué va!"
21.19 Como me he puesto pujo, apenas puedo levantarme del sillón. Me pongo el ordenador sobre las piernas y blogueo un rato. Escribo esta entrada, fruto del aburrimiento. Ya ni siquiera echo un vistazo a la prensa española.
22.03 Me lavo los piños, me paso el hilo dental, me pongo el pijamita con dibujos del Príncipe de Beukelaer y engancho el disco duro. Estas semanas estoy con Deadwood y The Wire. (me las han prestado Ramoncín y Teddy Bautista). ¡Estos de la HBO juegan en otra liga, está claro!
23.10 Apago el ordenador.
23.11 Jesusito de mi vida, un bostezo y luces apagadas.
23.12 Antes de cerrar los ojos pienso que ya ha pasado otro día más en el Bronx -como todos- y que aún sigo sin noticias de Gurb.
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19 de noviembre de 2007
La última frontera
"Si supieras que alguien va por ahí a pie con dos millones de dólares que te pertenecen, ¿en qué momento dejarías de buscar? Exacto. No existe tal momento".
"¿Qué le dices a un hombre que reconoce no tener alma? ¿Qué sentido tiene decirle nada? –afirma el sheriff Bell–. Cuando digo que el mundo se está yendo al infierno la gente simplemente me sonríe y me dice que me estoy haciendo viejo. Que ése es uno de los síntomas. Pero lo que yo creo es que cualquiera que no vea la diferencia entre violar y asesinar gente y mascar chicle tiene un problema mucho mayor que el que tengo yo" .
Lo último de los Cohen es una de las experiencias fílmicas más fascinantes que recuerdo. Una obra maestra.
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17 de noviembre de 2007
Etnias
THE BRONX: 1,361,473 habitantes
-Hispanic or Latino (of any race): 693,884
-Black or African American: 451,105
-White: 274,210
-Asian: 46,523
-American Indian or Alaska Native: 2,045
-Native Hawaiian and Other Pacific Islander: 399
-Two or more races: 32,332
-Some other race: 554,859
¿Y en qué categoría me pondrían a mí? ¿Y a ti?
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15 de noviembre de 2007
Réquiem por un sueño
Si tuviera que escoger, no dudaría.
Acudo mucho allí los domingos, a dejarme sorprender por la vida, a perder la noción del tiempo, sin brújula ni paracaídas.
La última sorpresa fue este detalle, descubierto en el elegante Parque de los Olmos: todos los bancos exhiben una placa plateada. Son la alternativa a los garabatos hispánicos de navaja y cutter: el "☺Kike estuvo aki☺" o " ♥ La Jenni y el Onofre, amor pa' siempre ♥ ".
En las placas se pueden leer gratitudes institucionales, afectos familiares, invocaciones divinas o lamentos colectivos por la muerte de un benefactor. De entre el encantador abanico de posibilidades, me llamaron la atención los epitafios y las dedicatorias amorosas. Leer los epitafios me hizo preguntarme cuál querría yo al terminar los días de este blog, que ya empieza a notar el vértigo melancólico de lo que morirá.
Las declaraciones de amor, sin embargo, me incitaban la curiosidad. Por desgracia, mi viejo amigo se llevó a la tumba la instantánea del recordatorio más precioso e inquietante: "Para Mary Jo, por tantas noches prohibidas". Como el calambre de un microrrelato o el latigazo desolado de un sms resacoso, la placa se me quedó grabada. "Para Mary Jo, por tantas noches prohibidas".
Aún estoy deseando que alguien rellene los huecos de ese amor imposible, ponga un título que coloree la noche y comience a narrarme la enigmática historia que esconde ese –precisamente ése– banco proscrito.
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13 de noviembre de 2007
Apunte de una tarde
los abismos del ser
o la complejidad del universo.
Dejadme a mí que diga la gracia irrepetible
de esta tarde de noviembre, la efímera hermosura
de la luz que acaricia Central Park
y lo convierte en un sueño"
(Paráfrasis a Sánchez Rosillo)
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11 de noviembre de 2007
Spanglish
-"¿Con una o con dos cucharadas, señor?"
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Etiquetas: Babel
9 de noviembre de 2007
Negra verdad
Para Leonard, mi crítico favorito.
Ben, Ben Affleck. ¡Qué grata sorpresa! La fiebre actual de los “diractores” alcanza su cima en esta película dirigida y coescrita por este elegante actor que ya guarda un Oscar en su baño por el guión de El indomable Will Hunting. Como buen primerizo, no todo son parabienes: se le va la mano en la resolución, algo grotesca, del caso criminal. Aún así, el bajón estructural se compensa con un tenso ritmo narrativo, una atmósfera inquietante y una afinada dirección de actores donde, aparte del virtuosismo de su hermano Casey, despuntan los acordes del genial Ed Harris –a quien no se le conoce aún una mala actuación– y las estridencias de la madre yonqui que interpreta Amy Ryan.
Podemos afirmarlo: Ben Affleck será mejor detrás de las cámaras, como Clint Eastwood. La referencia no es gratuita, puesto que Adiós, pequeña, adiós puede leerse como la hija mayor de Mystic River, la última obra maestra del antiguo cowboy. El Boston menos glamouroso, los viejos pecados que claman su penitencia y esos secretos escondidos en el jardín trasero. Ambos filmes se nutren de la novelística noir de Dennis Lehane, un sinónimo literario de la ambigüedad moral. El bien y el mal se diluyen en un rojo sangriento en este relato de secuestros y engaños, de drogas y policías corruptos. El rapto de la joven Amanda, de 4 años, desencadena un argumento enrevesado –como todo cine negro que se precie– donde dos detectives, Patrick Kenzie y Angie Gennaro, tendrán que desenredar la madeja de una verdad que se escurre entre las sombras.
Excesivas mentiras. Demasiadas pistas falsas. Demasiado “ojalá la verdad no fuera esto”. Pero es, es esto. Y en pocas ocasiones un final feliz deja un sabor tan, tan amargo.
(Es una viva recomendación para la cartelera española, aunque allí, lo siento, veréis otra película: la doblada).
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Etiquetas: Showtime
7 de noviembre de 2007
Desde el Toboso
Desde el Toboso nos dedican a todos unas elegantes reflexiones, teñidas de sutilidad y temple, cocidas con el fuego lento del pensamiento político más profundo.
Barra libre, pues, mesonero.
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Etiquetas: You talkin' to me?
6 de noviembre de 2007
La otra cara de la luna
¿Por qué en lugar de poner fotos como éstas prefiero concentrarme en esta otra de la maratón?
¡Tanta debilidad por los antihéroes!
Sí, doctor, me lo haré mirar.
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Etiquetas: Overbooking
4 de noviembre de 2007
Washington (III). Alegría
Si el D.C. es la política, NY es la economía. Dicotomía perpetua: orden/caos, tranquilidad/agobio, metro reluciente/infierno cotidiano, cientos de miles/millones de personas, National Gallery/Metropolitan Museum, desierto nocturno/noches agitadas, atardeceres en el parque/amaneceres resacosos, seguridad/miedo, elegancia/pastiche, adosados familiares en Georgetown/lofts individuales en Manhattan.
Allí, puedes pasear por el Mall -auténtico corazón de la ciudad- a las 23.30, con la convicción de que si a cualquier quinqui le da por atracarte, en 0'0026 segundos aparecerán ochenta y siete agentes secretos camuflados de árbol y armados hasta los ramas para proteger al Presidente y los Congresistas.
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Ah, y de regalo, una fascinante retrospectiva de Hopper en la National Gallery: grises de colores, aullidos de soledad, Carver hecho pintura.
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1 de noviembre de 2007
Pufoween
Aparquemos la redención del D.C. para atacar lo urgente: Halloween.
¡¡Vaya despropósito!! Vendían el desfile como el no-va-más, capaz de competir con el Carnaval de Río. ¡Quiá!
Ayer, en el macrodesfile del East Village -una suerte de Chueca estilizado- el referente que martilleaba mi subsconciente era el de Belén Esteban emulando a Madonna en Tenerife. Oshea: caspa por doquier.
Unos que se pintaban una sombra de ojos y ya se creían Jack Sparrow redivivo; la chinita que se colocaba una media azul en la cabeza y, cual Stanislavski, se metía en la psicología de Marge Simpson; laberintos del fauno de todo a cien; un Andy Gibb negro que desafinaba más que Enrique Iglesias y bailaba peor que Queen África...
En fin, que los disfraces parecían hechos en clase de manualidades y las coreografías que jalonaban el recorrido ensayadas en el patio del parvulario. Ni siquiera las palmas de Thriller (todo un clásico para disfraces de grupo) eran capaces de ir acompasadas.
Pufoween, Hallobluff, Patheticween, Caspaween... para qué seguir.
Fui ingenuo: no recordé que Nueva York es eso, Nueva York. Un caos.
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